A veces parece que ser vegano es más ofensivo que ser cruel. Simplemente con decir “no como carne” se activa una reacción bastante característica: tensión en la cara, silencio incómodo y una fase de ataque, de justificación o de cuestionamiento. No hace falta ni siquiera predicar: existir basta. ¿Por qué molestamos tanto los veganos?
Este artículo no va de victimismo. Tampoco va de superioridad moral. Está planteado como un espejo para quien se quiera mirar en él. Porque odiar —o burlarse, o despreciar— a quien intenta hacer del mundo un lugar un poco más justo, más compasivo y más sostenible dice mucho. No tanto sobre la persona vegana, sino sobre quien la rechaza. Aquí van cinco razones de ¿Por qué molestamos tanto los veganos?
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5 razones de por qué molestamos tanto los veganos

1. Incomodamos la paz mental
Comer animales es, para la mayoría de la gente, un hábito automático, algo que natural, algo que debe hacer, algo incuestionable. Nadie quiere pensar en granjas industriales, mataderos o pollitos triturados al nacer. Cuando aparece alguien que lo ha cuestionado y ha actuado en consecuencia, se convierte en una amenaza para esa comodidad. No porque acuse, sino porque existe. Nadie quiere pensar que hay otra opción si la actual implica sufrimiento. Así que resulta más fácil ridiculizar que reflexionar.
2. Nos salimos del guion social
Ser vegano es romper con una norma cultural profunda. Y romper normas molesta. Como cuando alguien deja de beber alcohol en un grupo de amigos y todos se sienten incómodos, como si su decisión fuera un juicio hacia ellos. No lo es. Pero en un mundo donde la carne se celebra, se regala, se publicita y se impone, quien se sale del guion se convierte en el raro. Y al raro se le combate.
3. Es un recordatorio de lo que eliges ignorar
La mayoría de la gente afirma que quiere a los animales. Tiene perros, ve documentales, firma campañas contra el maltrato. Pero a la hora de comer, elige no mirar. El vegano, sin decir una palabra, es un recordatorio incómodo de esa disonancia cognitiva. Es más fácil pensar “qué pesado eres” que enfrentarte a la pregunta “¿por qué yo no lo hago?”.
4. Dañamos el sentido de identidad
La comida no es solo alimento. Es cultura, familia, recuerdos, patria. Decir que la tortilla sin huevos también puede ser tortilla no es solo una receta: para algunos, es una amenaza. Sentirse atacado por lo que uno come es en realidad sentir que tu forma de vida está en entredicho. Pero… ¿y si esa incomodidad fuera una invitación a evolucionar?
5. Nos proyectas tus propias contradicciones
Mucha gente empieza sus frases con “yo respeto a los veganos, pero…”. Lo que suele venir después es un intento de justificar no haber dado el paso. Porque en el fondo, la lógica ética del veganismo es difícil de refutar. Y cuando algo es difícil de negar, pero aún así no lo haces, surge la disonancia. Y la forma más común de aliviarla es despreciar a quien sí lo hace.
Entonces, ¿por qué odiamos a quien intenta mejorar el mundo?
Esa es la verdadera pregunta. Porque más allá de modas, hashtags y estereotipos, el veganismo nace de una motivación simple: reducir el sufrimiento de billones de animales y contribuir a un planeta más vivo. ¿Qué dice de una sociedad que desprecia a quien busca eso? ¿Qué dice de ti, si te molesta quien se niega a hacer daño?
Esto no va de ser héroes ni mártires. Va de vivir con coherencia. Y en el momento que eso le molesta a alguien, el problema no es el vegano, sino quien ve su reflejo en nuestro espejo. Sin embargo, la solución es muy sencilla: pásate a una alimentación vegetal, bien planificada, además de sana, es sabrosa, variada y coherente con lo que sientes.

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